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Ansiedad, el ladrón silencioso del bienestar

Actualizado: 7 may

Desde que nacemos, traemos con nosotros un equipaje emocional básico que ha sido esencial para la supervivencia de nuestra especie. Me refiero al miedo, una respuesta natural e instintiva que aunque no nos gusta sentir, nos protege y cuida de amenazas y peligros reales. El miedo activa en nuestro cuerpo mecanismos automáticos de defensa, como la huida o el ataque, para preservar nuestra integridad.


Sin embargo, la ansiedad es diferente. A diferencia del miedo, no viene incorporada en nuestro sistema de fábrica. La ansiedad es una creación de la mente, una construcción mental que se alimenta del miedo para intentar controlar lo incierto. Surge cuando proyectamos posibles amenazas futuras que no existen en el presente inmediato. Es como una alarma que suena sin que haya fuego: se activa frente a situaciones que no podemos predecir, generando una sensación de inquietud que muchas veces resulta desproporcionada o injustificada.


Podemos decir que la ansiedad es una forma de miedo psicológico, que aparece ante peligros imaginarios o situaciones que suponemos como amenazantes, aunque no lo sean en realidad. Lo paradójico es que nuestro cerebro, a pesar de su complejidad, no distingue claramente entre una amenaza real y una imaginaria: es inocente en ese sentido. Al percibir una amenaza real o no, activa el sistema nervioso simpático, liberando cortisol, adrenalina y otras hormonas del estrés para preparar al cuerpo para huir o luchar.


Este proceso tiene sentido si estamos frente a un peligro real e inmediato, pero cuando se activa constantemente por causas imaginarias, el cuerpo y la mente se ven inundados por un estado de alerta que genera malestar, agotamiento y deterioro de la salud. El miedo inducido por la ansiedad “baña” nuestro organismo con una química que, sostenida en el tiempo, puede dañar nuestro sistema inmunológico, digestivo y emocional. Por eso es tan importante reconocer y diferenciar el miedo sano de la ansiedad anticipatoria. El primero cuida nuestra vida. El segundo, si no se gestiona, puede limitarla. 

 

¿Cómo podemos gestionar la ansiedad?


  1. Traer la mente al presente. La ansiedad, tu mente vive en el futuro: ¿y si...? y tu cuerpo en el ahora. Cuando conectamos con el aquí y ahora a través de la respiración consciente, la meditación o el simple acto de observar lo que nos rodea, le quitamos fuerza a la anticipación mental.

  2. Cuestionar los pensamientos. No todo lo que pensamos es verdad. El futuro por naturaleza es incierto. Identificar pensamientos o creencias catastróficas o suposiciones exageradas nos ayuda a ver con más claridad.

  3. Mover el cuerpo. El ejercicio físico es una vía natural para liberar el exceso de adrenalina y cortisol, y recuperar el equilibrio del sistema nervioso.

  4. Buscar apoyo. Hablar con alguien de confianza o consultar con un profesional puede marcar la diferencia. A veces, la ansiedad necesita ser acompañada para poder ser comprendida y regulada.

  5. Aceptar lo que no podemos controlar. Soltar la ilusión del control absoluto nos libera de una gran carga mental. La vida es incierta por naturaleza, y aprender a convivir con esa realidad es un acto de madurez emocional.

        

Recordatorio de Autogestion:

* El miedo es un aliado natural; Escuchalo, aprende de él.

* La ansiedad, un miedo disfrazado que nos exige atención. Escucharla, entenderla y trascenderla es un camino de autoconocimiento y transformación.


María Roxana Vega A.

Mg Psicóloga Clínica - Especialista en Ansiedad y Mindfulness

Directora de Centro Terapéutico Walnut

 
 
 

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