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Las adicciones, un baile que todos podemos bailar.

María Roxana Vega A.

No todas las adicciones son a sustancias. Algunos somos adictos a los afectos, a la validación, a la necesidad de control. Cualquier pensamiento, emoción, conducta, situación o relación, etc. repetitiva, que no nos gusta y no somos capaces de soltar, puede ser señal de una conducta adictiva. Por mi parte, la ansiedad de una carencia afectiva me hacía caer en conductas obsesivas, como repetir llamadas o buscar respuestas que, por un rato, me calmaban, pero sin conseguir llenar el vacío con esto.


¿Si quiero abandonar una conducta que no me hace bien, por qué entonces me siento como atrapado en ella y no la puedo dejar? Puedo comprenderlo y racionalizarlo perfectamente, pero emocionalmente voy en otra dirección.  Mi mente no está unida con mi cuerpo. No hay sincronía. Me hacer sufrir, me perjudica, pero no soy capaz de terminar con ella. Justamente esta incapacidad, esta sensación de frustración porque vuelvo a caer en lo mismo, es lo que llamamos adicción. Ese es el callejón que parece sin salida: un loop que el cerebro repite una y otra vez.


¿Cómo es que llegamos a esto?

La mente busca una solución directa a su sensación de incomodidad (por ejemplo, por aburrimiento, o miedo, pena, estrés, preocupación, etc.) encuentra una salida en algún consumo rápido que alivie esta sensación. Esta salida genera una recompensa química en nuestro cerebro que a su vez se manifiesta como una emoción. Se trata de un aprendizaje asociativo que se instaura en nuestro sistema, creando un surco neuronal que mientras más se repite, más profundo se vuelve y más difícil se hace de cambiar.


Por eso, seamos compasivos con nosotros mismos. Todos, quien más, quién menos, bailamos el mismo baile. De hecho, nuestra cultura ansiosa y competitiva, nos impulsa permanentemente a caer en eso y nuestro cerebro se adapta pasivamente a estos mensajes. Es una trampa en la que caemos sin darnos cuenta.

¡Porque al principio, un traguito, por ejemplo, resulta placentero, rico! ¡Entretenido! ¡Con onda! ¡Es viernes y mi cuerpo lo sabe! ¡Adrenalina para tirar al cielo! Pero luego de un tiempo, si esto va perdiendo el hechizo y aumenta la necesidad de llenar este vacío con más consumo o de cambiar a algún otro estimulante. Si esto te sucede, puede ser que ya hayas caído en la trampa de la adicción.



Si queremos salir de esta trampa, hay dos caminos:

Uno es el Cambio superficial: Cambiamos una adicción por otra (dejar de fumar, pero reemplazarlo con comer en exceso, por ejemplo). Seguimos dependiendo de algo externo para sentirnos bien.

El segundo es el Cambio profundo: en el Centro Walnut, trabajamos la ansiedad en serio. Hacemos psicoterapia, modificamos la personalidad adictiva y en etapas más avanzadas, usamos herramientas como el eneagrama y el mindfulness, buscando la unión de cuerpo-mente.

Cuando logramos este cambio, se rompe el patrón del "anestesiar" las emociones. En lugar de escapar, las integramos a nuestra realidad interior. Y ahí, en ese aprendizaje perdemos el sentido de las adicciones y encontramos la herencia más genuina que podemos tener: la paz del momento presente.

Sí, se puede. Y sí, vale la pena.

 

María Roxana Vega A.

Mg Psicóloga Clínica - Especialista en Ansiedad y Mindfulness

Directora de Centro Terapéutico Walnut

 
 
 

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