Prevención del Consumo de Drogas en Jóvenes en Chile: Lo que Padres yAdolescentes Deben Saber
- admiwalnut
- 26 sept
- 4 Min. de lectura

La adolescencia y juventud son etapas de exploración, descubrimiento y, a veces,
curiosidad por experimentar. En este contexto, las drogas representan un riesgo
silencioso: el acceso es más fácil de lo que creemos, los mensajes en redes sociales
normalizan su consumo, y muchas veces la percepción de peligro es baja. Como
psicóloga especialista en adicciones, quiero invitar a las familias a mirar este desafío
con sensibilidad, sin juicio, pero con información clara y herramientas concretas para
proteger a los adolescentes.
En Chile, el cannabis sigue siendo la droga ilícita más consumida entre jóvenes,
con un 19,1% de prevalencia anual en estudiantes, y un 24% reportando haberla visto
u obtenido ofrecida en el último año (15° ENPE, SENDA 2025). Esta normalización,
junto a una baja percepción de riesgo, aumenta la probabilidad de experimentación y
de consumo repetido. Los tranquilizantes sin receta, como clonazepam y alprazolam,
alcanzan un 10,3% de consumo anual y son especialmente preocupantes por su fácil
combinación con alcohol u otras sustancias, aumentando riesgos de intoxicación y
dependencia. Aunque cocaína y pasta base presentan cifras más bajas (2,5% y 1,8%
respectivamente), su disponibilidad y la tendencia estable en algunos grupos muestran
que siguen siendo un foco de riesgo.
Un riesgo emergente especialmente grave es el fentanilo, un opioide sintético
extremadamente potente, entre 50 y 100 veces más fuerte que la morfina y 50 veces
más que la heroína. Se encuentra en polvo, líquidos, parches, pastillas falsificadas o
tabletas que imitan medicamentos recetados, lo que facilita su tráfico y consumo
accidental entre jóvenes. La detección es compleja, ya que suele mezclarse con
heroína, cocaína, éxtasis u otras drogas, o aparecer en “analgésicos” falsificados. Los
padres deben estar atentos a pastillas desconocidas, polvos, papeles impregnados,
golosinas inusuales o aerosoles extraños entre las pertenencias de sus hijos.
El consumo de fentanilo puede provocar somnolencia intensa, confusión, mareos,
constricción pupilar y dificultad respiratoria, pudiendo derivar en coma o paro
respiratorio, incluso con dosis mínimas. La detección temprana y la consulta médica
son fundamentales: cualquier cambio abrupto de conducta, presencia de sustancias
desconocidas o pérdida de conciencia debe motivar intervención inmediata. La OMS
recomienda que familiares y amigos sepan identificar signos de sobredosis y tengan
acceso a naloxona, un antídoto que revierte los efectos de opioides y puede salvar
vidas en emergencias.
Las drogas sintéticas y emergentes representan un desafío creciente. Sustancias
como éxtasis, anfetaminas de diseño, cannabinoides sintéticos y fentanilo comienzan a
circular en fiestas, contextos recreativos y plataformas digitales. Los jóvenes reportan
facilidad para acceder a estos compuestos mediante redes sociales o aplicaciones de
mensajería, donde la información sobre efectos y dosis suele ser confusa o peligrosa.
Además, el policonsumo —mezclar distintas drogas, a veces con alcohol o bebidas
energéticas— está aumentando, generando un riesgo agudo de intoxicaciones y
consecuencias neurológicas a largo plazo.
A nivel global, el Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la UNODC alerta que
alrededor de 316 millones de personas consumieron drogas ilícitas en 2023, pero solo
1 de cada 12 recibe tratamiento. Entre jóvenes, las sustancias de prescripción usadas
sin control médico —como Adderall y Ritalin— y productos de vapeo con nicotina o
derivados del cannabis (delta-8 THC) muestran un aumento preocupante, reflejando
patrones de consumo similares a los observados en Chile. La combinación de fácil
acceso, percepción baja de riesgo y normalización social favorece la experimentación.
La prevención del consumo de drogas en jóvenes en Chile comienza en casa:
cómo detectar señales de alerta, conversar sin juzgar y acompañar a los
adolescentes con información y apoyo oportuno.
Dialogar sin juzgar: establecer espacios seguros para hablar de emociones,
curiosidades y dudas sobre drogas. Escuchar sin castigar favorece la comunicación
temprana y la detección de señales de alerta.
Observar cambios de conducta: retraimiento, ausencias frecuentes, pérdida de
interés en estudios o actividades y cambios en el sueño o apetito pueden indicar
consumo o riesgos emergentes.
Conocer los entornos: tanto los amigos y actividades físicas como los entornos
digitales. Estar atento a retos virales, videos o mensajes que promuevan consumo de
sustancias.
Educar sobre riesgos reales: compartir información concreta sobre efectos físicos,
psicológicos y sociales de cada sustancia, evitando mitos sobre “consumo seguro”.
Fortalecer habilidades de resistencia: fomentar la autoestima y estrategias de
rechazo frente a la presión de pares, desarrollando autonomía y toma de decisiones
responsables.
Buscar apoyo profesional temprano: psicólogos, psiquiatras o programas de
prevención especializados pueden intervenir antes de que el consumo se vuelva
problemático, evitando daños duraderos.
Para los jóvenes: reconocer que consumir drogas no es un rito de paso ni una prueba
de valentía. Cada sustancia conlleva riesgos que pueden afectar estudios, relaciones y
bienestar emocional. Hablar con familiares, amigos de confianza o profesionales, y
aprender a tomar decisiones responsables, protege la salud y abre oportunidades para
un futuro más seguro.
La prevención del consumo de drogas en Chile requiere un compromiso conjunto:
familias informadas, jóvenes conscientes y comunidades atentas. Con educación,
acompañamiento y comunicación abierta, es posible reducir riesgos y fortalecer la
salud mental y emocional de nuestros adolescentes, sin recurrir al miedo, sino al
cuidado, la comprensión y la acción temprana.




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