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Prevención del Consumo de Drogas en Jóvenes en Chile: Lo que Padres yAdolescentes Deben Saber


Persona preocupada o deprimida.

La adolescencia y juventud son etapas de exploración, descubrimiento y, a veces,

curiosidad por experimentar. En este contexto, las drogas representan un riesgo

silencioso: el acceso es más fácil de lo que creemos, los mensajes en redes sociales

normalizan su consumo, y muchas veces la percepción de peligro es baja. Como

psicóloga especialista en adicciones, quiero invitar a las familias a mirar este desafío

con sensibilidad, sin juicio, pero con información clara y herramientas concretas para

proteger a los adolescentes.


En Chile, el cannabis sigue siendo la droga ilícita más consumida entre jóvenes,

con un 19,1% de prevalencia anual en estudiantes, y un 24% reportando haberla visto

u obtenido ofrecida en el último año (15° ENPE, SENDA 2025). Esta normalización,

junto a una baja percepción de riesgo, aumenta la probabilidad de experimentación y

de consumo repetido. Los tranquilizantes sin receta, como clonazepam y alprazolam,

alcanzan un 10,3% de consumo anual y son especialmente preocupantes por su fácil

combinación con alcohol u otras sustancias, aumentando riesgos de intoxicación y

dependencia. Aunque cocaína y pasta base presentan cifras más bajas (2,5% y 1,8%

respectivamente), su disponibilidad y la tendencia estable en algunos grupos muestran

que siguen siendo un foco de riesgo.


Un riesgo emergente especialmente grave es el fentanilo, un opioide sintético

extremadamente potente, entre 50 y 100 veces más fuerte que la morfina y 50 veces

más que la heroína. Se encuentra en polvo, líquidos, parches, pastillas falsificadas o

tabletas que imitan medicamentos recetados, lo que facilita su tráfico y consumo

accidental entre jóvenes. La detección es compleja, ya que suele mezclarse con

heroína, cocaína, éxtasis u otras drogas, o aparecer en “analgésicos” falsificados. Los

padres deben estar atentos a pastillas desconocidas, polvos, papeles impregnados,

golosinas inusuales o aerosoles extraños entre las pertenencias de sus hijos.


El consumo de fentanilo puede provocar somnolencia intensa, confusión, mareos,

constricción pupilar y dificultad respiratoria, pudiendo derivar en coma o paro

respiratorio, incluso con dosis mínimas. La detección temprana y la consulta médica

son fundamentales: cualquier cambio abrupto de conducta, presencia de sustancias

desconocidas o pérdida de conciencia debe motivar intervención inmediata. La OMS

recomienda que familiares y amigos sepan identificar signos de sobredosis y tengan

acceso a naloxona, un antídoto que revierte los efectos de opioides y puede salvar

vidas en emergencias.


Las drogas sintéticas y emergentes representan un desafío creciente. Sustancias

como éxtasis, anfetaminas de diseño, cannabinoides sintéticos y fentanilo comienzan a

circular en fiestas, contextos recreativos y plataformas digitales. Los jóvenes reportan

facilidad para acceder a estos compuestos mediante redes sociales o aplicaciones de

mensajería, donde la información sobre efectos y dosis suele ser confusa o peligrosa.

Además, el policonsumo —mezclar distintas drogas, a veces con alcohol o bebidas

energéticas— está aumentando, generando un riesgo agudo de intoxicaciones y

consecuencias neurológicas a largo plazo.


A nivel global, el Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la UNODC alerta que

alrededor de 316 millones de personas consumieron drogas ilícitas en 2023, pero solo

1 de cada 12 recibe tratamiento. Entre jóvenes, las sustancias de prescripción usadas

sin control médico —como Adderall y Ritalin— y productos de vapeo con nicotina o

derivados del cannabis (delta-8 THC) muestran un aumento preocupante, reflejando

patrones de consumo similares a los observados en Chile. La combinación de fácil

acceso, percepción baja de riesgo y normalización social favorece la experimentación.


La prevención del consumo de drogas en jóvenes en Chile comienza en casa:

cómo detectar señales de alerta, conversar sin juzgar y acompañar a los

adolescentes con información y apoyo oportuno.


  • Dialogar sin juzgar: establecer espacios seguros para hablar de emociones,

curiosidades y dudas sobre drogas. Escuchar sin castigar favorece la comunicación

temprana y la detección de señales de alerta.


  • Observar cambios de conducta: retraimiento, ausencias frecuentes, pérdida de

interés en estudios o actividades y cambios en el sueño o apetito pueden indicar

consumo o riesgos emergentes.


  • Conocer los entornos: tanto los amigos y actividades físicas como los entornos

digitales. Estar atento a retos virales, videos o mensajes que promuevan consumo de

sustancias.


  • Educar sobre riesgos reales: compartir información concreta sobre efectos físicos,

psicológicos y sociales de cada sustancia, evitando mitos sobre “consumo seguro”.


  • Fortalecer habilidades de resistencia: fomentar la autoestima y estrategias de

rechazo frente a la presión de pares, desarrollando autonomía y toma de decisiones

responsables.


  • Buscar apoyo profesional temprano: psicólogos, psiquiatras o programas de

prevención especializados pueden intervenir antes de que el consumo se vuelva

problemático, evitando daños duraderos.


  • Para los jóvenes: reconocer que consumir drogas no es un rito de paso ni una prueba

de valentía. Cada sustancia conlleva riesgos que pueden afectar estudios, relaciones y

bienestar emocional. Hablar con familiares, amigos de confianza o profesionales, y

aprender a tomar decisiones responsables, protege la salud y abre oportunidades para

un futuro más seguro.


La prevención del consumo de drogas en Chile requiere un compromiso conjunto:

familias informadas, jóvenes conscientes y comunidades atentas. Con educación,

acompañamiento y comunicación abierta, es posible reducir riesgos y fortalecer la

salud mental y emocional de nuestros adolescentes, sin recurrir al miedo, sino al

cuidado, la comprensión y la acción temprana.

 
 
 

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